lunes, 9 de marzo de 2015

Las cabras deLorenzo

Hubo un tiempo ya histórico y de época, en que Villar rebosa de facenda. Así los montes conservaban justo su natural balance y equilibrio y no hacía falta cortafuego alguno porque no había incendios. O muy raros. No hacían falta, pues por no haber no había ni gasolina ni con qué provocarlos.
Hoy no hay vacuno desde que el vaquero último se desentendiera ha poco de su media docena de cabezas. Y la vecera se reduce a un par de socios con seis cabras cada uno. Todos los Lentelláis son para ellas con sus brotes de flores abrileñas.

Pero a nada que se descuide el Sil, el fiel perro guardián, siguiendo el rastro de algún corzo esquivo, y su amo tenga que llegarse a casa para atender a algún asunto urgente , las cabras despreciando el fácil pasto, sin duda aburridísimo para ellas, trepan al monte sobre el Pousadoiro, lleno de brezos y dificultades, donde las urces prenden entre peñas. Allí disfrutan libres como locas, por los altísimos despeñaderos que caen a plomo sobre el Porcarizas.

Después el problemón es retrotraerlas al corral, sobre todo si hay mal tiempo y cae noche cerrada sin estrellas. Y es que la cabra, como alguna gente, aragonesa o no,como algunos "pueblos"* es tozuda y siempre que puede tira al monte y nunca da sus cuernos a torcer si no es por la fuerza. Por razones de fuerza, si es que cede, y jamás de jamases viceversa.

*Como la Cataluña nacionalista, entre otros.

Mediocridad y vuelta a los taifas.

CON PERMISO DE BLASES, DARÍOS Y MARTÍES 

Infimas razas paupérrimas, savia jocunda de Hispania
lerdos cerebros en pírricas almas abúlicas
tórpidas mentes en cuerpos de escuerzos políticos : ¡salve!


Porque llega el momento en que ahítos de odio tendréis que vejar viejos himnos.
Ya un rumor fratricida de pánico al ámbito hispánico llega
arrastrando las trágicas ondas de muerte que vuelven de pronto a agitar nuestras plácidas playas,
aflorando el olvido en los rojos recuerdos suicidas de tiros al prójimo;

A los gualdos y rojos y cárdenos próximos

Ya se anuncia el retorno de  los reinos modernos  de taifas que sueña el sibilo rampante.
Y a Pandora de nuevo recurre de súbito
creyendo encontrar talismánicas puras rientes,
las tablas y faros que le salven la ruina de su góndola inmoble.



La pálida envidia, las fatales memorias que a las catacumbas,
a perpetuo presidio mandaran con noble entusiasmo
pioneros con muertos en todos los bandos civiles,
ya retornan soberbias para hundir en la sombra siniestra del Hades
la virtud de la hispana progenie renata con ansia de paz y castañas.



No os fiéis de la boca que predica alianzas venales;
Renegad de los ojos que ven sólo las patrias amorfas;
Rechazad estrechar esas manos que enlazan las cubiertas de sangre de Hispania en los “hombres de paz”:


Los traidores que lanzan la bala o la bomba homicida contra gente inocente del solar que desprecian.


La inminencia de algo fatal hoy se mueve en Hispania
acerando el momento en que habrá que escuchar nuevos himnos
de las viejas e ínclitas mentes ubérrimas, con la sangre de Hispania fecunda
tras la nueva y rotunda derrota de los pusilánimes.


Anónimo

Fatuo



Ignis fatuus.

Había una vez en un país de Iberia, dos comunidades separadas por un muro mental, que un día venturoso decidieron unirse, tal como hicieran las dos Alemanias luego del Deutches über alles hitleriano.

Vivían al fin todos juntos pero pudiendo revolverse: los de una grande y libre y los de no pasarán.
De pronto se les apareció delante una lucecita atractiva y saltarina con pantalla circunfleja, que les invitaba con tal talante a seguirla, que no tuvieron mas remedio que hacerlo masivamente durante un tiempo de vacas gordas .

En ese tiempo, se aprobó, entre otras cosas acertadas, un ABC que permitía el emparejamiento no solo de vacas y toros sino toros con toros, progenitores A con progenitores A, B con B, C con C y todas las variaciones con repetición que permitía e ABC: O sea BBA , AAB etc. También parcelar la comunidad en principio en tres, dejando libertad para organizar el número que se quisiera.
Y siempre la lucecita delante con sus guiños magnéticos e irressistibles. Y siempre detrás la comunidad entre la que hubo desertores y retrógrados que se quedaban atrás y percibía la lucecita burlona cada vez más lejana, apagada y pálida.

Hasta que llega un momento en que la lucecita da un saltito y se planta al otro lado de un precipicio por el fondo del cual circulaba un río que recibía el nombre de Aqueronte.

La comunidad adelantada y progre, compuesta ya por tres subcomunidades, se para en seco al borde y escucha las risitas burlonas provenientes de la estrella fugaz terrestre que se desvanece en el horizonte como azucarillo en aguardiente en un día de verbena de San Isidro Labrador.

La comunidad atrasada veía ahora al volver la vista atrás, que lo que antes fuera un muro mental se convirtió por mor de la lucecita, en tres y separados por sendos barrancos al fondo de cada uno de los cuales circulaba fogoso y ardiendo la correspondiente rama del Aqueronte también dividido.



Y a través de las ondas del éter sulfúrico, se dejó oir una risa sardónica simejante a la que emiten las hienas cuando huyen de cualquier terremoto o catástrofe irremediable.

A continuación se apagó el fuego fatuo que investigaciones posteriores identificaron como el alma en pena de un abuelísmo famoso reencarnado en un nieto tétrico no menos celebrado y triste y transitoriamente célebre.