sábado, 26 de noviembre de 2016

La traición verde oliva.


Lo que pudo ser Cuba a partir del 1 de enero de 1959 se frustró porque Fidel torció deliberadamente el rumbo de las ilusiones de un pueblo que había creído y confiado en él
JOSÉ MARÍA LASALLE - Actualizado: Guardado en: Internacional
Remontar el cauce de la revolución cubana es el itinerario de una traición perpetrada a lo largo de casi cinco décadas. Entre riberas afiladas por la violencia, la delación y la mentira, sus aguas discurren viscosas y dejan tras de sí la turbidez de una estela sin fin de dolor y frustración. Cuba es una isla deshecha, varada como uno de esos petroleros soviéticos que yacen sin vientre en medio de la estepa desértica que es ahora el Mar de Aral. Apagadas hace tiempo las hogueras de la leyenda, Cuba permanece aletargada, sumida en la penumbra de un crepúsculo sin majestuosidad ni colorido.
Fidel Castro ha muerto, ¿y qué? ¿Acaso hay alguien con un mínimo de decencia política que pueda llorarlo? El daño y la decepción colectiva que ha provocado son irreparables y constituyen su legado más personal. No lo olvidemos.
Lo que pudo ser Cuba a partir del 1 de enero de 1959 se frustró porque Fidel torció deliberadamente el rumbo de las ilusiones de un pueblo que había creído y confiado en él. Sacrificó la democracia, silenció y encarceló a todos los que se opusieron a sus designios, y lo hizo a pesar de que había proclamado –cuando todavía lucía en el cuello las medallas de la Virgen del Carmen y de la Caridad del Cobre con las que había entrado en La Habana– que: «¡Ni pan sin libertad, ni libertad sin pan! ¡Ni dictadura de algunos grupos, ni dictadura de castas, ni oligarquía! Libertad con pan y sin terror. ¡Esto es el humanismo!».
Medio siglo después, el régimen castrista se ha ganado a pulso la despreciable condición de antípoda de todos esos ideales. Cuba es hoy en día lo contrario: el paradigma del antihumanismo.
Una ciudadela ruinosa desprovista de libertad y pan que administra una oligarquía de casta: una dictadura con mayúsculas y sin adjetivos que no puede ocultar la crudeza desnuda de su éxito totalitario, ya que ha logrado la destrucción colectiva de cualquier esperanza. Memoria de una deslealtad hacia los sueños de un pueblo que creyó en el mito surgido de la espesura agreste de la Sierra Maestra, la biografía de Castro se ha cerrado por fin con su muerte.
Atrás queda el héroe revolucionario, el hombre que derribó un U2 y que se enfrentó a John F. Kennedy como lo hizo Rubén Darío con su famoso Canto a Theodor Roosevelt. La imagen romántica fue decapitada en la oscuridad de la historia bajo el brillo de una cuchilla de acero que dejó caer una y otra vez sin escrúpulos sobre todos aquellos que le llevaron la contraria.

Cerca de 25.000 asesinados

Nunca se conocerán las cifras exactas, pero la utopía tropical que edificó arroja un saldo de al menos 25.000 asesinados y dos millones de exiliados. Un balance estremecedor que emborrona con los brochazos de la vileza cualquier justificación con la que pueda tratarse de retocar amablemente los contornos de su personalidad. Digámoslo así, sin rodeos: la silueta histórica de Castro tan solo admite los perfiles que identifican a un tirano desprovisto de cualquier épica.
Es más, se ha ido de este mundo acompañado por la lenta respiración de una agonía culpable. Ha tenido que quitarse el uniforme verde oliva y ponerse las pantuflas de cuadros y el batín de hospital para enfrentarse a la muerte. No ha podido hacerlo como le había sugerido una vez el Ché Guevara: arrojándose sobre las alambradas de Guantánamo al grito de ¡Viva la Revolución...! Fidel ha muerto solo, sin familia, ni colegas o amigos.
Lo ha hecho con la ostentosa ambición del tirano decrépito que pretende impresionar a la muerte parapetándose detrás de una guardia de corps. Él, que se autoproclamó en 1962 como portavoz de aquel «¡Basta!», que era una «ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado» que se levantaba desde Cuba para redimir a la Humanidad, ha fallecido sin el respeto de nadie con un mínimo de conciencia democrática, convertido en lo que siempre fue en el fondo de su alma: el ególatra ambicioso que traicionó las ilusiones colectivas que habían hecho posible que alcanzase el poder tras derrocar a Batista.
Lástima que haya muerto sin experimentar la justicia de ver cómo su rostro se ahogaba bajo un aguacero de desprecio multitudinario hacia su persona. Después de tantos años de despotismo se merecía algo así. Pero, por uno de esos azares inexplicables de la historia, se ha librado de tener que rendir cuentas ante los cubanos por haber asfixiado sus esperanzas entre los sargazos de humillación y violencia totalitaria con los que –como se encargó de denunciar Enzensberger en «El hundimiento del Titanic»–, recubrió su obra, mientras buena parte de la intelectualidad «comprometida» de Europa lo aplaudía «tirándose unos a otros bolitas de pan y citas de Engels y Freud».

Castrismo sin Fidel

Por ahora, el castrismo ha sido capaz de sobrevivir a la muerte de su artífice, aunque no sepamos por cuánto tiempo. Es cierto que el régimen sigue caminando, pero como lo haría un zombi, desposeído de la vitalidad enérgica de su fundador. Lo sostiene todavía la pereza generada por un terror que no necesita seguir practicándose para que surta el efecto de que se acate lo que se manda. Pero ¿y mañana? ¿Podrán seguir las cosas como hasta ahora gracias al marcapasos de Raúl Castro y las transfusiones de petrodólares de Venezuela?
Es difícil aventurar cuál será el futuro de la isla, pero en cualquier caso tendrá que pasar por la voluntad colectiva de mirar hacia delante y buscar la reconciliación de todos los cubanos: de la isla y del exilio, los del partido y los que tuvieron que sufrirlo. Sin aliento justiciero ni moral geométrica, Cuba tiene por delante la difícil responsabilidad de redimirse a sí misma.
Para ello tiene antes que apostar con ambición por la sociedad abierta que no pudo ser por culpa de la silueta de una traición que ahora, por fin, será borrada definitivamente gracias a la voluntad inquebrantable de un pueblo que sabrá estar a la altura del reto que le impone la historia.

jueves, 1 de septiembre de 2016

¡Nuevo ataque de Rajoy a Cataluña!

 

 

Puigdemont: "Rajoy se refirió a Cataluña a las 17:14 horas"

El presidente de la Generalidad subraya en Twitter la coincidencia: "Lo dice todo".

(Barcelona)





Carles Puigdemont. | EFE

"La coincidencia entre la frase de Rajoy y la hora en que lo ha publicado en directo 'El Nacional' ya lo dice todo". Esta es la frase de Carles Puigdemont en Twitter. Bajo ella, dos capturas de pantalla del minuto a minuto del discurso de Rajoy en el periódico digital de José Antich, exdirector de La Vanguardia. En ellas se podía leer: "Rajoy asegura que el primer objetivo es preservar la unidad y la soberanía" y "Rajoy: Nadie puede privar al pueblo español del derecho a decidir sobre su futuro". Las dos bajo las 17:14 horas.
Tal casualidad en relación al mítico año 1714 para el separatismo dio pie a Puigdemont para lanzar un guiño a las bases separatistas similar al que se produce a veces en el Camp Nou cuando se cumple ese minuto y segundos del partido.
El trino de Puigdemont en la red social fue la reacción más destacada de la política catalana al discurso de investidura del presidente del Gobierno en funciones. En la pasada legislatura autonómica, Artur Mas habría convocado a los medios a la media hora de la intervención de Rajoy para denunciar solemne un nuevo ataque contra Cataluña. La "desconexión" con España implica ahora una respuesta de perfil bajo, como si la investidura se celebrara en el "país vecino".
Sin embargo, se mantienen algunos tics del "masismo", cuando 1714 se convirtió en un fetiche y era el número más demandado en la lotería catalana, así como la medida exacta, diecisiete metros y catorce centímetros del palo de la bandera que preside el Museo del Borne, también conocido como "Valle de los Caídos" del catalanismo.
De ahí la cabalística alusión de Puigdemont, quien aún no se ha incorporado a las tareas oficiales. En la agenda le espera una difícil reunión con la CUP de la que depende la cuestión de confianza a la que se someterá el próximo 28 de septiembre.
- Seguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/espana/2016-08-31/puigdemont-rajoy-se-refirio-a-cataluna-a-las-1714-horas-1276581450/

lunes, 22 de agosto de 2016

Sansón Sánchez


Un PSOE gripado José María Carrascal

¿Qué busca Pedro Sánchez? Pues que Rajoy fracase como él fracasó, sin importarle arrastrar al partido con él
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Pedro Sánchez se ha reafirmado no sólo en su no-no a la investidura de Rajoy, sino también en no aprobar sus presupuestos, en el problemático caso de lograrla. O sea, hará una oposición a sangre y fuego, no la dura pero responsable que ha prometido. Lo justifica en el «sufrimiento que el gobierno del PP ha causado al pueblo español en su mandato».
Nadie niega ese sufrimiento. Pero si se compara la España que cogió Rajoy, al borde de la bancarrota, con la prima de riesgo en 640 puntos, un paro del 26 por ciento y camino de ser otra Grecia, con la de hoy, con el mayor crecimiento en Europa, liderando las exportaciones, la prima de riesgo en cien puntos y seis puntos menos de paro, se ve que ese sufrimiento ha servido de algo.
¿Qué busca Pedro Sánchez? Pues que Rajoy fracase como él fracasó, sin importarle arrastrar al partido con él. Y con el partido, a España. ¿Qué hace el PSOE ante ello? Nada. El PSOE está gripado como un motor sin aceite. En un escenario global completamente nuevo, su fórmula socialdemócrata, que tan bien funcionó en la Europa occidental en el último medio siglo, ya no sirve. El Estado de bienestar no puede mantenerse debido al envejecimiento de la población y a la competencia de países con sueldos diez o incluso cien veces menores que los nuestros. Es la ley de Darwin: adaptarse o morir.
Eso lo saben perfectamente los socialistas al frente de ayuntamientos y autonomías. Como saben que sin la ayuda de «papá Estado» no podrán ayudar a sus ciudadanos necesitados ni pagarse las pensiones, la educación ni ninguno de los servicios públicos. Pero van a permitir que Pedro Sánchez bloquee las cuentas públicas. Que lo haga Podemos, cuyo objetivo es derribar el sistema, o los secesionistas, que cuanto peor le va a España mejor les va a ellos, se entiende. Pero ¿el PSOE, con la E de España en sus siglas?
Claro que vive preso de su espejismo. Se cree que es el «partido de los trabajadores». Cuando los trabajadores, hoy, en España (o Europa), quieren conservar lo que tienen. Es decir, se han hecho conservadores sin darse cuenta. La única izquierda verdadera a estas alturas es la radical: Podemos y sus confluencias. Que, curiosamente, se da la mano con la única derecha auténtica, la ultranacionalista. Los extremos se unen contra la nueva realidad de un mundo en el que todo ocurre en todas partes al mismo tiempo.
Si el PSOE se dejase de quimeras y aceptase esa realidad, como la aceptó Felipe González al aceptar la OTAN y la economía de mercado, nuestro problema estaría resuelto. Si no lo hace, puede ver el futuro que le espera en las ciudades, Barcelona, Madrid, Valencia, donde se prestó al experimento. Sánchez ya ha dicho que se presta a ello, como un Sansón dispuesto a hundir el templo con todos los que hay dentro. Lo malo es que ese templo no es el de los filisteos. Es el de todos los españoles.

sábado, 11 de junio de 2016

Catalanofilia sin causa

http://www.elespanol.com/espana/20160610/131487587_0.html
De acuerdo con la sentencia. No del todo (aunque bastante) con Losantos.
Con especial dedicación a la respetable aunque no compartida "catalanofilia" de mi prima Isabel...y tantos más.