De Barantés a la Trapa
Buena exkursión, kaminata de altura
kon paisajes perlados de robledos y abrairas
esa de la Alzada y del gran Barantés
pero yo la ampliaría y en el pueblo de nuevo
kruzaría el banzado de la Poza de Vaos
subiría al Brañoto desde Riu de Kabalos
y pasadas las Fókaras y la Mata do Konde
seguiría entre uzedos pasaría el kaborko
y no deskansaría hasta la Kastañal
Bebería y pa arriba a Pasada do Burro
y chegando o Penasko que chaman dos Rapazes
bebería da bota, comería o toucín.
Ya lixeiro de peso chegaría as Lagúas
Ya se ve Porkarizas kon sus pastos y huertas
y su ermita antikísima que sólo se adivina
entre ruinas y zarzas en el mismo lindeiro
ko do altísmo Kampo que chaman da Lauga
Paralelo del río subiría a sus fuentes
penetrando en la trapa, paraíso de corzos,
de los gallos de monte, de jinetas y de... osos?.
Las maniotas aprietan pero ahora es bajada
por el kurso del río, por el zentro del pueblo
y ya en la karretera por entre kastañeiros
llegaría a las lastras y kruzando as Valiñas
pasaría la Grande ke ya es de Villar
sábado, 11 de abril de 2015
lunes, 6 de abril de 2015
Racismo nacionalista
HISTORIA DEL RACISMO CATALÁN NACIONALISTA
Los orígenes del pensamiento racial catalán arrancan de la década de 1880, en plena Renaixença, con la aparición de los primeros estudios etnográficos y raciológicos de Sampere i Miquel, J. M. Batista i Roca y especialmente Pompeu Gener. Para el historiador, Joan- Lluís Marfany, uno de los mejores conocedores de este periodo, el catalanismo no se aparta de la pauta marcada por el resto de nacionalismo de finales del XIX, «el racismo los impregna a todos, como impregna toda la cultura de la época». Ya en la obra de Valentí Almirall Lo catalanisme (1886) se elabora una distinción de las diferencias entre el «carácter» castellano y catalán que se aproxima mucho a la «teoría racial de la nación catalana» que Pompeu Gener sería el primero en enunciar en su influyente libro Herejías (1887). Existe una raza catalana, de origen ario-gótico, superior al resto de pueblos peninsulares, de raíces semíticas. Mientras los catalanes reconquistaron pronto sus territorios y entraron bajo la benéfica influencia aria de los francos, Castilla pasó largos siglos dominada por los semitas «árabes y bereberes» lo que explica la radical diferencia y la incompatibilidad de ambos pueblos. Joaquim Casas-Carbó en 1891 en sus Estudis d´etnografia catalana utilizará argumentos filológicos para demostrar el irrefutable origen ario de los catalanes.
Finalmente, la segunda conferencia del médico-político, aunque estaba anunciada en los diarios, fue suspendida. Lo cierto es que en las publicaciones nacionalistas de la época como Tralla, Cut-cut, La Esquella de la Torratxa, La Nació Catalana... abundan artículos y cartas titulados «Moros mal qu´els pesi», «Sí, hi ha rasses», «Contra´ls els semites» o firmados «Un que li repugnen els castellans»; la lista es inacabable. Los castellanos son calificados de «bereberes de la Península», cuyo temperamente muestra su «afinidad con todos los pueblos semitas», y que resulta incompatible con las características «europeas» de la raza catalana, una dominación que estrangula las posibilidades de desarrollo económico de la patria. Otro prócter del catalanismo, Joan Bardina, dedicó una larga serie de conferencias divulgativas sobre el tema donde se va conformando la imagen de una España «africana» agrícola, burocrática y semita, frente a una Cataluña «europea», industrial y aria; para Domingo Martí i Juliá resulta una cuestión «de higiene social» impedir la entrada de «elementos personales, intelectuales, morales y políticos degenerados y producto de razas inferiores y además decadentes» Marfany cree que la principal función del racismo catalanista, como en todos, es denunciar la presencia de miembros de otra «raza», causante de todos los males de la sociedad. El catalanismo «se inventa un problema castellano y divulga la teoría de una inmigración castellana» que viene a Cataluña para vivir a expensas de una riqueza que no han contribuido a crear y, lo que es más grave, a causar unos problemas sociales que de otro modo no existirían. Sobre este humus ideológico, Enric Prat de la Riba, el arquitecto del catalanismo político, reformulará estas ideas, puliendo sus aristas más biológicas y racistas; así, los catalanes no son una «raça antropológica», sino una «raça histórica». Las naciones son distintas porque la raza, pero sobre todo la historia, las han hecho diferentes. La «castellanización» de Cataluña sólo es «una costra sobrepuesta, una costra que se cuartea y salta, dejando salir intacta, inmaculada, la piedra indestructible de la raza». En el análisis de Marfany, la categoría tierra es la que da sentido a todo, «un auténtico fundamento sólido e inmutable» y donde nacen o van a parar «todas las teorizaciones de la nación catalana (...) Es la tierra, en definitiva, la que hace la nación».
Bonaventura Riera en 1899 desarrollará este tema en el artículo L´anima del catalanisme. La tierra es como una esponja que recoge las razas, asimila a los hombres y les informa de una misma fisonomía, una tierra que hace hablar a los hombres la misma lengua y tener las mismas costumbres. Así, siguiendo esta lógica, «si fuera posible hoy exterminar a todos los catalanes poblar nuestra tierra de gente de otros países, dentro de un plazo más o menos remoto volvería a existir el pueblo catalán» tal y como lo conocemos ahora».
Demografía e inmigración Paralelamente, a finales del XIX, una serie de tratadistas y médicos de orientación higienista y natalista, católicos y antimaltusianos como Escudé Bartolí, García Faria, Joan Viura, Josep Blanc, A. Planelles... alertan sobre los peligros del descenso de la natalidad y fecundidad catalana. Según Josep Termes estos tratadistas consideran la baja natalidad un síntoma de decadencia moral y la inmigración como algo inevitable, pero sin «connotaciones étnicas y lingüísticas». La obra de P. Nubiola (1906) marca la transición, un cambio que se verifica con R. Boquet (1916), que defiende «la regeneración de la raza y de la estirpe catalana» y se completa con la obra de otro médico, el doctor E. Puig i Sais, El problema de la natalitat a Catalunya. Un perill gravíssim per a la nostra pátria (1915), que apunta los riesgos de que la inmigración pueda descatalanizar el país y defiende la necesidad de aumentar el número de «catalanes de raza pura». La oleada inmigratoria de los años 20 y 30 procedente de Murcia y Almería suscitó un intenso debate político, social y sindical. Un tema recurrente en los diarios de sesiones del Ayuntamiento de Barcelona, en el Parlament de Catalunya, en la prensa y en todo tipo de publicaciones y que, generalmente, plantean un diagnóstico negativo sobre el impacto de la iinmigración sobre la lengua y cultura catalana. Un ejemplo extremo de ello es el radical Daniel Cardona; en el artículo La ocupació castellana concibe la inmigración como arma de una guerra contra Cataluña y por ello cada patriota debía llevar «una browning en cada bolsillo para hacer respetar nuestro derecho y nuestra dignidad de catalanes ofendidos por una sumisión vergonzosa».
Gabriel Alomar, fundador de la Unió Socialista de Catalunya (USC), escribe en 1932, refiriéndose a estos inmigrantes: «Son
los que fuerzan una igualdad hacia abajo, los que por falta de
necesidades superiores se contentan con cualquier salario y llenan el
trágico vacío interior con truculencias negroides. Son la base del
lerrouxismo y para la labor paciente y constructora no son útiles».
Comunistas heterodoxos como Jordi Arquer o Joaquim Maurín, que fundarán
el Bloc Obrer i Camperol (BOC), también alertan sobre los peligros del
proletario inmigrante analfabeto poco formado políticamente, proclive al
anarquismo y alejado del hecho nacional catalán. Así Arquer escribe en
1932: «Todos esos jabalíes -ninguno catalán- sólo especulan sobre la
masa española que vive en Cataluña (...) gentes no educadas
políticamente y cargadas de prejuicios sobre la cuestión catalana y que
aún no han tenido tiempo de ser asimilados. Pero esas masas no son un
peso específico ni es posible con ellas formar una organización sólida».
Un punto de vista semejante al de Maurín, en 1928: «El ascenso del
anarcosindicalismo a partir de 1917 es debido principalmente a la
afluencia de peonaje a Barcelona atraído por la prosperidad industrial.
Los fenómenos morbosos que posteriormente se producirán son producto de
esta circunstancia. El proletariado catalán, que no tiene nada de
anarquista, fue incapaz, ante el alud, de asimilar toda la gran masa.
Fue impotente para dominar la invasión. El número se impuso a la calidad
(...) No es casualidad que los «ases» del anarquismo en Barcelona, los
Pestaña, Buenacasa, Picos, Rico, etc., no sean catalanes».
Mirando hacia atrás sin ira
VERDADES QUE OFENDEN
Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula, y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga (Diderot)
Mirando hacia atrás sin ira.
https://www.youtube.com/watch?v=JPR5p0wIk4E
Dedicado copn toda cordialidad al desenterrador del Bierzo y a sus admiradores paisanos y vástagos del puño cerrado para que abran su mente a toda la realidad de la barbarie y locura colectiva de la cruenta guerra civil. Si ha de servir para algo que sea para mirar adelante y no volver al pasado.
Para abrir el vídeo : subrayar la dirección web (iluminar con el botón izquierdo) y con el botón derecho abrir menu; luego cricar : abrir enlace
Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula, y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga (Diderot)
Mirando hacia atrás sin ira.
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Dedicado copn toda cordialidad al desenterrador del Bierzo y a sus admiradores paisanos y vástagos del puño cerrado para que abran su mente a toda la realidad de la barbarie y locura colectiva de la cruenta guerra civil. Si ha de servir para algo que sea para mirar adelante y no volver al pasado.
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Periolista
Qué pena que no encuentres tu camino
a tu edad, vagabunda de ideales
siempre infecunda como las vestales
siempre insegura frente a tu destino.
Mesi(a)s de barro adoras y adivino
no son Madrit ni España tus rivales
sino que son tus pensamientos duales
en color rojo y gualdo adulterino
Te quiero, a tí escritora o periolista,
ecuánime sensata y objetiva,
sin perseguir cegata unos señuelos
que al decidir el rumbo de tus vuelos
no te quedes en simple articulista
ni de un mundo en colores seas cautiva.
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