LA TOMASA
CUENTOS DE LA CALLEJA
La Paloma.
La Tomasa era una joven fuerte y rubicunda de amplia cara y ojos sugerentes, contundentes pechos generosos y caderas rotundas.
De ascendencia ancaresa había nacido en una pequeña villa al lado del Cúa, donde sobrevivía atendiendo a la cantina familiar en la que por mor de la rentabilidad del negocio y quizás también gracias a algún trago de lo que vendía, se mostraba asequible parlanchina con todos y sin pelos en la lengua .
Desde allí cada noche y durante los cortos fines de semana de entonces, atraía poderosamente a los obreros (y a su dinero) de la cuenca minera del Bierzo de mediados los años treinta del siglo pasado
A veces uno de sus cuatro hermanos menores la liberaba del tajo, ocasión que aprovechaba la Tomasa para festejar a solas por los alrededores de la Reguera con su rendido enamorado El Cachas.
Era éste un recio picador de la Jarrina , negro de cara y rojo de alma que respondía al apodo de El Cachas. Mudado y lavado no era mal parecido si bien un tanto fanfarrón, cosa que casi siempre era un tanto a favor entre las mocitas de la región de entonces.
También la pretendía Mario , un joven de origen maragato y perteneciente a la Falange de la villa que era el hijo único del notario de entonces.
Asiduo también de la cantina de la Tomasa, aparecía siempre por allí rodeado de conpinches que nunca faltan entre la corte acompañante de los burgeses bien establecidos e influyentes.
Las preferencias de la Tomasa estaban claras pero cuando las miradas celosas y asesinas de ambos se encendían y estaban a punto de traducirse en bronca declarada, desplegaba sus artes persuasorias para poner paz y tal era la perfección del doble juego que se traía en esas ocasiones que nunca tuvo que lamentar destrozos mayores dentro de su local. Fuera cuentan que hubo sus más y sus menos, pero sin que llegara nunca la sangre a la reguera cercana del Cúa.
Enero del 36 fue uno de los meses más fríos del siglo. En parte quizás por eso fue que el Cachas, junto con otros mineros que ya se habían desmandado contra los curas en la revolución del 34 en Asturias, prendieron fuego al Convento a cargo a la sazón de Don Belarmino ( a quien por suerte para él no encontraron pues se había ocultado en el túnel secreto que desde la Iglesia llevaba al Cementerio alejado medio km ) desvalijándolo de cosas santas y papeles históricos siguiendo la costumbre anticlerical de los anarquistas y comunistas de la época.
En pleno aquelarre de sacrilegios llega el famoso 18 de Julio y estalla la guerra abierta y declarada.
El Cachas antes de esconderse, accede a casarse por la iglesia con la Tomasa y lo consiguen venciendo la inicial resistencia de Don Belarmino que accedió al fin cuando lo amenazó la moza de amancebarse y cometer pecado mortal si no se avenía a oficiar la unión . Una mentira inocente más que dio resultado.
Pasa unos meses escondido en un cañizo de Ocero, de donde provenía su familia, y a donde le subían alimentos y le bajaban los reisduos desde la cocina por una trampilla disimulada entre la paja.
Mario tuvo pues unos días el campo abierto en la Paloma, que así se llamaba la cantina de Tomasa, y adonde entraba con aires de gavilán conquistador.
Pero lo que se consideraba cosa de días, máximo semanas, se consolida y dura y el Mario, junto con todos los jóvenes en condiciones de luchar se marchan al frente de los nacionales.
De todos modos Mario a base de influencias paternas consigue pronto un destino en la retaguardia, Cárcel de León, donde pronto se convierte en la mano derecha del Comandante director íntimo de su padre
Entre tanto en una batida por los pueblos de la cuenca minera y merced a un chivatazo de un familiar del bando contrario a el Cachas, éste es apresado por La Fuerza y conducido a la cárcel de prisioneros rebeldes de Ponferrada donde recibe un trato relativamente humanitario.
La Tomasa gestiona con Don Belarmino un papel de buena conducta para el Cachas, papel que sería un verdadero salvoconducto para la libertad de aquél. Aunque el cura le dice que lo hará, seguramente acordándose de la barbarie del incendio de su casa de culto, lo retrasa cuánto puede.
Y tanto lo retrasa que su marido es trasladado a la cárcel de León donde no tarda en detectarlo Mario que lo distingue inmediatamente con las máximas vejaciones.
Allá que va la Tomasa y mediante sacrificadas concesiones carnales consigue suavizar el estatus de su Cachas. Sin embargo de vuelta a su cantina se entera que su marido es condenado a muerte en jucio sumarísimo.
La Tomasa ni corta ni perezosa toma el camino de Burgos y consigue ser recibida por Franco a la sazón ya Generalísimo, a quien convence, esta vez sin pago en especies, y consigue la revocación de la sentencia a muerte.
La absolución llega a León , cuando ya el Cachas esperaba el inmediato fusilamiento en el paredón de la cárcel.
Libre ya, aquél toma el camino de su casa alegre como unas Pascuas. Ya cerca, en Langre de arriba, pasa la noche en casa de unos amigos, mandando recado a la Tomasa, para que se llegue hasta allí tal es el ansia de verla de nuevo y dar rienda a su pasión recíproca.
Mas por segunda vez un chivatazo a las Fuerzas Locales que, creyendo injusta la absolución total a tan peligroso elemento, y a quienes de aquella no se les pedían cuentas de ninguna Superioridad (desde luego Franco ya no se acordaba del santo de tal nombre) motiva que lo acribillen convirtiendo el tálamo de amor en lecho de muerte.
En cuanto a Mario, terminada laGuerra aceptó un destino en el Sahara decepcionado por el rechazo de la viuda del Cachas.
Y en la cantina de la Tomasa ésta continuó despachando bebidas hasta bien entrada en años, pero cuentan testigos presenciales que lo hizo siempre y desde entonces vestida de negro.
Asi fue, así pasó, así me lo contaron y así lo cuento yo. (Toño)
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