Primero por idiota. Esta es la tercera vez que te pegas un castañazo, querido
president.
Tres veces has disuelto el Parlament con intención de mejorar tu
posición y otras tantas has acabado con el rabo entre las piernas, tan
serio, tan listo, tan seguro de tu apostura, tan perseverante en tu
radical impostura.
Ibas a por la mayoría absoluta en votos y escaños y
no has logrado ni lo uno ni lo otro,
de modo que ahora tendrías que salir pitando, esconderte, largarte a
Canadá para siempre jamás y no volver a mostrar tu jeta de perdedor
impenitente por estos pagos, so pena de que te pongas de rodillas ante
la
CUP, esa cosa entre anarquista y comunista que
encabeza un tal Fernández, de Zamora como sus padres, en la que se
refugian muchos de los que, procedentes en principio de Andalucía,
Murcia, Galicia y ambas Castillas, hoy se avergüenzan de sus orígenes y
reniegan de sus raíces para hacerse perdonar por los amos del
prusés, el catalanismo pata negra.
Tonto útil.
Contenta tiene que estar hoy esa burguesía antaño descrita como la campeona del
seny: has arruinado
Convergencia,
has dinamitado al partido de la derecha catalanista para servir los
destinos de la región en bandeja de hojalata a una ensalada indigerible
de izquierdas revolucionarias, una perspectiva ante la que, imagino, las
buenas gentes de
Sarriá-Sant Gervasi deben sentirse hoy la mar de felices.
Con todo a favor, sin equipo contrario sobre el césped, no
has sido capaz de ganar este para ti, según tú, definitivo partido que
debía llevar a Cataluña a la Arcadia de la riqueza
Comprendo la frustración que debías sentir anoche cuando te retiraste a tus aposentos, querido
president. Se te notaba sobre el tablao del
Borne
(por cierto, ¿qué habéis hecho con las monjas? Anoche no se vio a monja
alguna bebiendo cava a morro y celebrando la independencia…), los ojos
vidriosos y ausentes, como queriendo escapar de aquel rostro cansado que
pretendía seguir riendo en patética mueca producto de la decepción.
Durante no sé cuántos años has gobernado para la mitad de los catalanes,
qué digo, mucho menos, digamos que para
dos millones de catalanes, los
que ayer dieron su voto al sí, olvidándote por completo de los cinco y
pico restantes, dándoles la espalda, condenándoles al ostracismo,
ignorándolos, despreciándolos en el fondo y en la forma, ciscándote en
sus necesidades y aspiraciones.
Has creado un régimen de partido único
para, cual espantajo, muletilla o engaño, llevar a esa tropa hacia una
Cataluña de capuletos y montescos, una Cataluña en la que tú deberías
sentirte mucho más seguro, imagino, lejos del afán fiscalizador de una
Justicia mínimamente independiente –si es que en la España actual se
puede hablar de una Justicia independiente– y dispuesta a mirarte los
bajos de la corrupción galopante en la que tú y tu padre político, el
tal
Pujol y su familia, la
famiglia, con Convergencia entera, lleváis 40 años nadando.
Frustración, sí, porque lo has tenido todo a favor, has dispuesto de todo, lo has dilapidado todo, empezando por
el dinero a espuertas que Madrit te ha ido soltando a través de FLA, de todos los FLAS habidos y por haber, para financiar Asambleas y
Òmniums, y a esos cuadros del partido único que visitaban las comarcas, llamaban a las casas y exigían fidelidad al pequeño
führer que hay en ti. Has tenido a todos los medios de comunicación a tu servicio,
empezando por la RAC1 en la radio,
La Vanguardia en la prensa –qué papelón el del
señor Conde de la cosa, poca vergüenza tienes, Godó de los collons– y siguiendo y terminando por la omnipresente
TV3,
la televisión del partido dispuesta a machacar la vida diaria de los
catalanes que no estaban dispuestos a enrollarse en la estrellada.
Régimen de partido único, con lenguaje único.
Parodiando a
Victor Klemperer y su análisis sobre la
semántica del nazismo, más que la propaganda de los discursos, los
textos escritos y los carteles, el instrumento del que te has valido
para instilar tu veneno en las mentes de tanto independentista de última
hora ha sido el lenguaje, la perversión del lenguaje: palabras
aisladas, expresiones (caso del famoso "derecho a decidir") y formas
sintácticas repetidas hasta la saciedad, que, favorecidas por su
simplicidad, acaban por penetrar, envenenados conceptos y sentimientos,
en el inconsciente de gente antaño aparentemente juiciosa, ahora
dispuesta a asimilarlas y reproducirlas de forma mecánica. Es lo que
Klemperer denominaba
Lingua Tercii Imperii (LTI), la lengua del
Tercer Reich que envenenó Alemania en los años 30 del siglo pasado y que condujo al desastre por todos conocido.
Todo debía respirar nacionalismo
En la Cataluña nacionalista no había, no hay, espacio para las gentes empeñadas en no someterse a tu impulso totalitario,
conducator de andar por casa, impulso que os ha llevado, a ti y a
Junqueras, remedo de coloquial
Sancho Panza que te acompaña en el último tramo del viaje hacia ninguna parte, a absorber todos los espacios públicos y aun privados. El
Volkgeist nacionalista (
nosaltres som collonuts, ells ens volen aixafar y us portarem Catadisney), financiado con el dinero de todos.
Las instituciones debían alinearse con el ideario y las metas del
prusés,
haciéndose partícipes de su cosmovisión. La judicatura, los sindicatos,
los colegios profesionales, los enseñantes, la iglesia, el
Barça, los
castellets…
Todo. Todo debía respirar nacionalismo en la colosal empresa de
homogeneización emprendida por vosotros, pérfidos aprendices de brujo.
Todos debían hablar "el lenguaje del vencedor", mientras en Madrid se
dedicaban a tocar la lira.
Todo lo habéis instrumentalizado, todo lo
habéis prostituido desde el poder que la
Constitución a
la que habéis vilmente traicionado os entregó: las almas, las
instituciones, los medios de comunicación… Quien no comulgara con
vosotros estaba condenado a vivir en el ostracismo más completo, a
callar, a desaparecer, abrumado por la fuerza de vuestro inmisericorde
aparato de
agitprop.
Lo peor de todo, si me apuras, Arturo, es el daño que has
causado en tantas familias a las que has amargado la vida,
familias
rotas que has dividido, en algunos casos tal vez para siempre, con el
maldito 'prusés'
Pero lo peor de todo, si me apuras, Arturo, es el daño que has
causado en tantas familias a las que has amargado la vida, familias
rotas que has dividido, en algunos casos tal vez para siempre, con
el maldito prusés,
Arturo, familias a las que has obligado a dejar de verse para no
tirarse los trastos a la cabeza durante el almuerzo de los domingos o
las celebraciones familiares singulares.
Y eso no tiene perdón posible,
Arturo, eso no te lo podrán perdonar nunca las decenas, centenas de
miles de familias que vivían felices y agrupadas hasta que tú y tu
veneno totalitario hicieron su aparición sobre la faz de Cataluña. Y
todo para nada, Arturo.
Para volver a demostrar que Cataluña es tan
diversa y plural como la entera España, mal que te pese. Todo para que,
como mucho, algún día te levanten una estatua a la entrada del
zoo de Barcelona con la leyenda "al tonto útil".
Por eso hablo de frustración, por eso comprendo tu inmensa
frustración de anoche. Frustración porque, con todo a favor, sin equipo
contrario sobre el césped –tanto el idiota sideral de
Zapatero como el pusilánime incorregible, héroe procrastinado
Rajoy,
te han dejado hacer y deshacer a tus anchas, en otro ejercicio de
irresponsabilidad que la historia jamás podrá perdonar–, resulta que no
has sido capaz de ganar este para ti, según tú, definitivo partido que
debía llevar a Cataluña a la
Arcadia de la riqueza, la
Dinamarca de la felicidad, cuando adonde de verdad has apuntado siempre es a la
Albania
de la más completa miseria.
Y todo para eso, para esto, para levantarte
esta mañana convertido en un pelele, un juguete roto en manos del tal
Fernández y su CUP. Para ser un cadáver cuya pestilencia traspasa ya las
riberas del
Ebro. Has perdido y estás muerto. Y tú lo
sabes. Por todo eso y algunas cosas más, por todo lo que has roto, por
todo el dolor que has causado, por tonto, por traidor y por sembrador de
discordia:
jódete, Arturo.